D. Servando, el presidente de Los Azulejiados, tras contarme la historia de “Los Petardos” continúa con Los Sangalotes. Una murga que según dice, se podría catalogar como la mejor en 1000 años de historia de las murgas del país de nunca jamás.
Según me cuenta, era una murga que caía tan bien a la clase dirigente, que tenían su local de ensayos, en el mismísimo palacio presidencial.
Su director era Jonás “el gordo”. El cual renegaba de cobrar por las letras que hacía a otras murgas.
Un día en una reunión con otros letristas dijo que lo de las letras se había vuelto un mercadeo, y propuso cambiar letras por comida.
Todos los letristas del país de nunca jamás, aceptaron la propuesta, reconocieron que Jonás el gordo tenía razón.
A partir de ese momento, por su trabajo todos los letristas reciben tapperwares con; lentejas rellenas, croquetas, garbanzas, albóndigas, churros de pescado, potajes y sopas variadas, tortilla, etc.
D. Servando me cuenta que Jonás a muchas murgas le ha hecho “letrones”,
a cambio de un par de huevos fritos con papas fritas. -Las garimbas fresquitas, siempre las paga el. Me apunta.
Debido a que es manco, montaba a Los Sangalotes con una armónica.

Los Sangalotes acordaron disolverse tras ganar 40 años seguidos el concurso de murgas. Algunos componentes de sangalotes hicieron otra murga “Los Sonámbulos” que no tuvo mucho recorrido.
También nos cuenta D. Servando, que otra murga de antaño que dejó huella fueron “Los Rebenques” una murga que huía de la crítica y solo hacia humor. El informador Honorio Gómez decía en sus crónicas de la época, que hacían “humor azucarado no apto para diabéticos”.
De tanto que la gente se reía con las letras de “Los Rebenques” una vez, un miembro del jurado estaba tan muerto de risa, que le dio un apretón y los servicios de seguridad y emergencia tuvieron que escoltarlo hasta el baño.
Según contó en su crónica al día siguiente Honorio, el miembro del jurado no llegó a tiempo de usar el servicio.
Dado que su humor producía apretones y subidas de azúcar y la coincidencia de que en la clase dirigente había mucho diabético, su director y alma mater Lucas Manuel, decidió no sacar más la murga y hacerse ermitaño, retirándose a las montañas, donde sigue en la actualidad haciendo meditación y voto de silencio.
Ali Abbassi Rojas